América Retail
Por Gabriela Sneider, Directora de Paradigma.
La evolución en los modelos de negocio y en la tecnología genera en las compañías cada vez mayor cantidad de iniciativas simultáneas, proyectos más complejos y de mayor escala que movilizan a toda la organización en sus políticas, cultura, procesos y sistemas.
Los procesos de cambio y transformación en las organizaciones son inevitables y es clave comprender que para el logro de los objetivos que las empresas se plantean al atravesar un proceso de estas características es necesario gestionar el “aspecto humano” de los cambios.
Cuando las empresas llevan adelante proyectos o iniciativas para mejorar su rendimiento requieren cambios en los procesos, roles de trabajo, estructuras organizativas y formas y uso de la tecnología. Pero no son las organizaciones las que cambian, son los empleados quienes tienen que cambiar la forma en la que hacen su trabajo. Si estas personas no tienen éxito en sus transiciones personales, si no adoptan y aprenden una nueva forma de trabajar, seguramente la iniciativa fallará.
En ese entorno, las organizaciones están comenzando a reconocer la importancia de generar competencias para cambiar rápida y exitosamente.
Es clave establecer una estrategia y definir un plan con métricas concretas que permita al equipo de dirección conducir en forma exitosa el proceso de cambio y a las personas adaptarse rápidamente, potenciando y desarrollando sus capacidades para fortalecer su actitud, sentirse seguros para atravesar el proceso y evitar impactos sobre la productividad de la empresa.
Change Management es una disciplina que consiste en el proceso, las herramientas y las técnicas necesarias para gestionar el lado humano de los cambios organizacionales, con el fin de alcanzar los objetivos de negocios esperados y asegurar la adaptación de la organización a los cambios del entorno.
Por tanto, la gestión del cambio organizacional debe ofrecer una metodología estructurada para apoyar a las personas que componen la organización para moverse de sus estados actuales a los estados futuros requeridos por las iniciativas que se llevan adelante.
El resultado final de la capacidad de gestión del cambio es que los individuos acepten el cambio más rápido y eficazmente, y que las organizaciones sean capaces de responder rápidamente a los cambios del mercado, adoptar nuevas iniciativas estratégicas y nuevas tecnologías con mayor rapidez y menor impacto en la productividad.
En definitiva, la gestión del cambio tiene como objetivo trabajar con las personas que componen la organización, alivianando las consecuencias no buscadas que las trasformaciones pueden producir, facilitando el involucramiento, minimizando la resistencia y asegurando la adaptación de la empresa a un medio diferente.