Revista Mercado 2012

Maximizar el valor de viejos sistemas

En el actual contexto de recesión mundial se da esta paradoja: las empresas deben reducir costos si quieren sobrevivir, pero si ignoran la innovación tecnológica pueden dejar de ser competitivas. Por eso los proyectos de IT cortos y concretos que hacen hincapié en el mejoramiento de sistemas existentes son más valorados que las grandes inversiones estructurales.
Por Florencia Pulla

Aparecen en la mente los nombres de Kodak y Blockbuster como ejemplos de compañías grandes que, como fantasmas, han desaparecido del mundo físico. Su muerte corporativa es doblemente trágica porque podrían haber sido evitables: llegaron a su final temprano porque fueron incapaces de reinvertir y adaptarse a las nuevas tecnologías. Ambas sucumbieron a nuevas formas de producción y distribución paralizadas por el miedo al cambio.

Es que las transformaciones en IT son moneda corriente en las empresas que hoy se ven atravesadas por la tecnología en todas las instancias del negocio. Para los líderes es también el desafío más grande que enfrentarán de cara al siglo 21: cómo mantenerse competitivos sin incurrir en altas inversiones que desangren el negocio.

Lo cierto es que hoy las compañías están atravesadas por determinantes externos e internos que continuamente cambian las reglas de juego del mercado. Desde tendencias sociales hasta tecnologías de punta, para quienes decidan darle la espalda a la innovación les resultará difícil mantenerse competitivos en un contexto económico desalentador. Parece una consigna de grupo de autoayuda pero en los negocios es cierto, también, que la única constante es el cambio. La habilidad para anticiparse a estas transformaciones paradigmáticas y adaptarse a nuevas formas de producción y distribución son esenciales en el éxito de cualquier empresa hoy.

No se trata solamente de cambiar un monitor o reinvertir en aspectos específicos del sistema. Hoy la tecnología atraviesa todo el negocio y, gracias a los cambios significativos que se pueden incorporar, las empresas pueden mejorar su relación con los consumidores, recortar gastos y aumentar la visibilidad de la marca. Para decirlo claro: hoy el uso de la tecnología es una ventaja competitiva.

En un contexto de crisis, sin embargo, invertir es un riesgo. Resistir las nuevas tecnologías es un acto suicida, pero, metidos en las acciones del día a día, a los directores ejecutivos les cuesta comprometerse con acciones a largo plazo. Especialmente en las compañías grandes, la estrategia de IT suele ser conservadora.

La prioridad, maximizar lo existente

Según un estudio encargado por la empresa Micro Focus a la consultora CFO Research Services para conocer el estado de opinión y las decisiones de inversión en IT de los directores financieros en tiempos de crisis, un número creciente de ellos encuentra en la crisis económica una oportunidad para reducir los costos operativos a largo plazo, aumentando la productividad y, a su vez, incitando la innovación.

Dentro de los resultados se destaca que el clima recesivo afecta el tipo de inversión, más que la cantidad de los proyectos disponibles. La inteligencia de los ejecutivos cumple aquí un rol fundamental: elegir, de manera conjunta, qué inversiones representarán un mejor retorno y mayor competitividad es trabajo de los sectores IT y financieros de las empresas. Más de 34% reportó un estrechamiento del vínculo entre ambas áreas.

Las cifras del estudio no marcan, sin embargo, una disminución significativa de la inversión total: 52% de las 192 empresas de todo el mundo que fueron encuestadas dijeron que las inversiones en los proyectos de IT no habían bajado. Tal vez otros números sirvan para echar luz sobre el porqué: para 45%, IT funciona como un «conductor crítico en la aportación de valor». Además, 71% de los encuestados indicó que el reposicionamiento competitivo al que obliga la crisis económica desempeñará un papel muy importante de cara al éxito de la empresa en el futuro.

Viejo o nuevo, lo que importa es la eficiencia

Daniel Dapuza, Executive Director de Ernst & Young Argentina, es de la idea de que, a la hora de renovar los sistemas de IT, se debe tener en cuenta la eficiencia de la inversión preexistente. No solo por los costos económicos sino también por los humanos.

«Muchas empresas que han hecho transformaciones fuertes, de equipamiento, de cambio de sistema, de creación de service centers, se han dado cuenta de que la inversión, que es altísima, a veces resulta en implementaciones a medias. Con una crisis mediante, pero también sin ella, lo primero que hay que plantearle a las empresas es si están usando bien o no sus sistemas de IT. Cuando se implanta uno nuevo implica cambiar muchas cosas: la modalidad de operar, los equipos. A la hora de hacer una revisión, los ejecutivos y consultores se dan cuenta de que los sistemas se han implantado a medias. Entonces muchas veces se requiere de inversiones menores para lograr grandes optimizaciones. Pero esto tiene que venir acompañado de un cambio corporativo porque si no las personas van a seguir usando el nuevo sistema pero de la vieja manera. A un buen proyecto se le debe sumar un buen administrador».

Para lograr que esto ocurra Dapuza establece algunos criterios. «Se necesita entrenamiento. Algunas empresas generan sus áreas de mejora continua, por ejemplo, que los lleva a organizar proyectos y a entablar vínculos con los empleados. Pero cuando hablo de entrenamiento no se trata solamente de leer un manual sino de implementar trabajos en workshops para obtener lo mejor que el sistema permite», explica. En definitiva, se trata de adaptarse a las nuevas tecnologías sin distraer la atención de los empleados y de los recursos del core del negocio.

Sin embargo, cada cierta cantidad de años, ocurren en la tecnología saltos cualitativos que elevan la vara y llevan a las empresas a invertir o a arriesgar quedarse afuera del negocio. Aunque parezca mentira el e-mail lo fue en su momento; hoy, tal vez se pueda comparar con la tecnología de almacenamiento en la nube.

«En la empresas todo es una relación costo-beneficio –dice el Executive Director de Ernst & Young–. Si lo que hoy vale es hacer una inversión en la nube y esa inversión tiene un repago cuyo costo operativo futuro va a ser menor que el que se tiene hoy, entonces no habrá dudas sobre su implementación. Muchas veces invertir es ahorrar a futuro».

«El futuro», es decir, el retorno de la inversión, ¿es a largo o a corto plazo? «Si se toma la decisión de adoptarlo es porque habrá un pronto repago. En promedio, si se entra en contratos de cinco o siete años, se puede hablar de un retorno de las inversiones a partir del tercero. La tecnología evoluciona tanto año a año que va bajando los costos cada vez más».

En economías emergentes

Tal vez la reutilización de los sistemas sea una constante en Occidente donde hay capacidad instalada desde hace muchos años. Pero en las economías emergentes se da otra situación: hay más para invertir porque allí hay una brecha tecnológica que achicar. Dapuza, sin embargo, no está de acuerdo. «Si se toma el caso de Brasil, o de cualquier país del BRIC, se ve rápidamente que son todas potencias que están moviendo el mundo. Las empresas de productos y servicios decidieron hace mucho que había que establecerse allí, y, por lo tanto, la globalización de las multinacionales permitió que la tecnología que está en Europa no difiera de la que está en América latina. Homogeneizaron todos sus servicios y los exportan a los lugares en donde operan. Es cierto que todavía falta mucho por caminar pero ya varias lo han comenzado hacer hace tiempo», dice.

Habla, siempre, de las grandes empresas. «Hoy son pocas las empresas en las que IT no se vuelve algo importante. La mayoría de las compañías han pasado ya el proceso de transformación y lograron un producto y o solución de primera clase. Entonces sobre ese producto o servicio se pueden hacer muchas cosas para mejorar la inversión, lo que no quiere decir cambiar radicalmente de tecnología. Eso tendría que contraponerse con las nuevas tecnologías: esa inversión debe ser mucho menor que lo que costaría respecto a mejorar lo que se tiene».

Sin embargo, en la experiencia de Dapuza las empresas, mientras más grandes, más conservadoras. «Salvo que sean de tecnología, las compañías apuntan a ser conservadoras. No quieren ser un conejillo de indias; solo adoptan algo cuando ya está probado. En el caso de las empresas puntocom, por ejemplo, probarlo y usarlo antes que nadie aumenta la capacidad diferencial. Pero las tradicionales, que producen y venden bienes y servicios, esperan que el producto se estabilice y después se lanzan».

Proyectos coyunturales, no estructurales

Jorge Seoane, socio de la consultora Paradigma, pone patas para arriba la hipótesis de que en tiempos de crisis el criterio acertado sea reducir la inversión en IT. «Si se lo ve desde la perspectiva del negocio –dice– lo primero a preguntar es si no invertir en tecnología supone un ahorro. ¿Es efectivo eso para el negocio? Yo lo cuestionaría».

Al contrario, para Seoane la incorporación de nuevas tecnologías presupone una oportunidad adicional para los negocios. «El principio de IT, en lo básico, es sustentar los procesos de negocios en forma efectiva y automática. Si nos desentendemos de la crisis, IT significa una nueva oportunidad de negocios, por los diferentes canales que se abren para acceder a clientes potenciales». De hecho, marca al sector de IT como el más dinámico en términos de inversiones. «Las inversiones en ese sector representan un porcentaje muy importante; son recurrentes para sostener las operaciones y se tornan, por lo tanto, en un costo gigante. Muchas de esas inversiones se hacen porque la industria así lo demanda, por una cuestión de competitividad».

Seoane no niega que existan elementos externos –una crisis prolongada, un contexto recesivo– que impulsen a las empresas a hacer recortes. Pero apela a la inteligencia de los ejecutivos para realizar estas medidas. «Los recortes deberían hacerse estratégicamente. Nosotros tenemos una herramienta, Squeeze, que pretende conseguir el máximo potencial de las aplicaciones disponibles. Hay ciertos temas que tienen que ver con cómo se gestionan los activos, los servicios de IT y las contrataciones que pueden ser fuente de ahorro y de una optimización de lo que ya existe. Hay una mirada crítica sobre los costos recurrentes para ser eficientes pero sin cortarlos plenamente».

La clave está, entonces, no en la cantidad de los proyectos, sino en la duración de ellos. El tiempo y el grado de las inversiones influye en la decisión de llevarlos –o no– a cabo. «Yo diría que, en cuanto a los proyectos de inversión, largos, no; cortos, sí. Porque si se ve que el retorno se da en un tiempo razonable y redunda en un beneficio para los negocios, se debe hacer. Un proyecto más estructural puede causar más miedo porque implica una transformación de IT que, tal vez, genere incertidumbre», explica.

Seoane, de alguna manera, coincide con los resultados de la encuesta encargada por Micro Focus: la mayoría de los proyectos siguen en pie, lo que cambia es la proyección en el tiempo. «Los proyectos estructurales se deben estar demorando en su ejecución; no así los más cortos que adoptan una tecnología nueva. Es decir, estos también generan transformaciones pero son más controlables, con costos más acotados y con resultados más contundentes. Las inversiones sobre sistemas preexistentes son un ejemplo claro de esto: se puede agregar valor sobre ellas y dar nuevos y mejores servicios, abaratando también los costos».

¿Qué pasa con las empresas que deciden no hacer esas transformaciones? «Están en el rumbo de la eficiencia de costos más que del de innovación para ser una compañía distinta. La clave no está en el cambio de sistema sino también en cómo se implementa. Si tienen la posibilidad de hacer un ejercicio de revisión sobre lo que se tiene y además de reducir costos, girar los ahorros a hacer mejoras sustanciales, el negocio lo agradecerá», finaliza.